domingo, 10 de enero de 2016

Les voy contar un secreto

Mirando, mirando, me di cuenta de que escribo en todas partes y me he olvidado de éste mi propio espacio.
Es un crimen imperdonable en este mundo virtual. Así como en la "antigüedad" no podías olvidar enviar un fax, escribir un memorando o congregar a tu gente para una reunión; ahora es condenable NO twittear, NO publicar en Facebook o poner la manita con el dedo arriba, NO publicar fotos tontas o inteligentes en Instagram, NO hacer círculos en G+ y ¡Dios Santo! NO escribir en tu blog. ¡Eso ya es para cárcel!
Pues cometí ese crimen imperdonable. Doblemente imperdonable en mi calidad de escritora. NO hay excusa, lo sé. No sirve decir que tengo muchas webs que revisar, que tengo demasiados mails que responder, que hay tantas videoconferencias que oír, tantos inconformismos o aprobaciones que twittear, tantos... 
No hay justificación para no escribir. Al menos, yo no la tengo. 
Es el mayor de mis placeres, el mayor de los dones y el mayor de los tesoros secretos. Sí, es un secreto escribir porque a pesar de que lo hacemos para que nos lean, quienes escribimos nos sentamos solos, en un silencio lingüístico -no mental- y en un ensimismamiento que nos hace secretear en voz baja al mundo entero. 
Para escribir es necesario encontrarnos con nosotros mismos y, mirando una pantalla en blanco, transcribir nuestros sentimientos, pensamientos y reflexiones. Para escribir debemos sacar nuestro mejor yo para lograr algo que valga la pena. Tenemos que estrujar nuestra mente y nuestro corazón. Y también nuestra alma, tenemos que contarnos nuestros propios secretos. 
Prometo volver a secretearme. Prometo volver a contar en tono bajito para que todo el mundo me oiga y para quien me quiera leer; porque no olvido que quiero que oigan mi secreto... ¡para eso escribo!

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