Contraria a la canción del grupo español "El Canto del Loco" quiero que Peter Pan se quede conmigo. Reivindico los momentos en los que me comporto como niña, soy espontánea, río sin parar por las cosas sencillas, le digo ocurrencias divertidas a mis amigos, abrazo sin más a quienes amo y -al llegar cansada a casa- me "empaco" una deliciosa tarrina de helado para que me dé una "indigestión de felicidad".
Me gusta ser niña de vez en cuando. Todos deberíamos serlo. Deberíamos olvidar que somos adultos, que hay problemas, que los amigos fallan, que los seres humanos cometen errores, que las empresas fracasan, que sin el trabajo no hay dinero, que... que el mundo no es perfecto.
Nuestro Peter Pan debería amenazarnos siempre con quedarse para recordarnos que el máximo dolor que se debe sentir es el de un "raspón en la rodilla", que el mundo de los grandes puede ser muy aburrido y que podemos ser felices con las cosas fáciles. Que un abrazo fuerte de tus padres reconforta aunque tengas cuarenta años; que un muffin con un vaso de leche es el más delicioso manjar y que aún puedes guardar en tu mesita de noche algún osito de peluche que te recuerde lo niño que eres.
Los Peter Panes nunca pueden irse. Ellos son nuestro yo del pasado. Ellos son nosotros. El Peter Pan del interior debería salir más a menudo, deberiamos ser más niños, más veces. El mundo sería más lindo, la vida más divertida y los hombres deliciosamente infantiles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario